Ya se están desarrollando en todas las ciudades del mundo
estrategias para atemperar los efectos de esta nueva convivencia. Hay medidas
claras en el campo de la movilidad que muchas ciudades están poniendo en marcha
con prontitud. La movilidad activa ofrece todas las garantías: si una gran
parte de los viajes se pudiera hacer caminando o en bicicleta, incluso otros
vehículos personales, no solo se ganaría en salud, sino que se
descongestionaría el transporte público y se utilizaría menos el vehículo
privado. No hay que olvidar que, como sugiere un reciente estudio de la
Universidad de Harvard (1), se asocia una mayor mortalidad del COVID-19 a una
mala calidad del aire.
La movilidad ciclista tiene
unas características que la convierten en el medio de transporte ideal en
tiempos de Covid-19:
–
Se puede utilizar como transporte
individual, sin necesidad de compartir un espacio cerrado con
otras personas. En entornos cerrados los virus permanecen por más tiempo y con
más riesgo de infección que a la intemperie, dónde el riesgo es extremadamente
bajo. El caso de las bicicletas públicas es ligeramente diferente, porque son
compartidas por varias personas y por lo tanto deberían utilizarse con
precauciones sanitarias, en realidad tan sencillas como usar guantes o
simplemente lavarse las manos al llegar a destino; y se deberían desinfectar
con frecuencia. En Londres, el servicio de bicicletas compartidas se ofrece de
forma gratuita a las personas trabajadoras sanitarias. Algo tan sencillo como
habilitar préstamos unipersonales temporales, como está haciendo la Ciclería en
Zaragoza por ejemplo con su flota de bicis de alquiler, se puede implementar
con facilidad. Tener bicicletas paradas en medio de una crisis así, es un
desperdicio.
– Se ha demostrado que la exposición a la contaminación
atmosférica hace más vulnerables a las personas al impacto del virus
Covid-19. ¿Adivinan
quiénes viven en los lugares más contaminados? Generalmente
personas con poder adquisitivo inferior o de minorías étnicas. Éste es uno de
los muchos aspectos que contribuyen a la inequidad del impacto de esta
pandemia. La contaminación es suficientemente letal por sí misma y la
recomendación de reducirla es imperativa igualmente, pero de nuevo, en tiempos
de Covid-19, aun más. En China, se ha detectado un aumento de las compras de
coches y, en general, del uso de la movilidad motorizada individual tras el
confinamiento; un hecho que aumenta los niveles de contaminación atmosférica,
incrementa el riesgo para la salud en general y aun más en caso de contagio.
Por lo tanto, debemos evitar a toda costa aumentar el uso del coche en general
y en especial, tras el confinamiento, aun en presencia del virus.
– La
ciclologística permite el reparto de bienes esenciales de forma segura y sana.
Lo ideal es que las personas adquieran estos bienes en sus comercios locales de
confianza, por lo cual, muchos de los desplazamientos de reparto deberían ser
de corta distancia. Las bicicletas o ciclos de carga son vehículos óptimos para
este tipo de logística que puede incrementarse y así servir a muchas personas
en confinamiento, especialmente a aquellas para las cuales el contagio supone
un alto riesgo para su salud. Sin embargo, cuidado con caer en la explotación
de las personas trabajadoras en servicios de reparto de alimentos en bicicleta.
La Plataforma Riders por Derechos lleva denunciándolo desde hace años, llegando
incluso a ganar juicios para proteger los derechos laborales de las personas
repartidoras.
Los valores son clave, es inaceptable que no se proteja a las
personas trabajadoras en ningún caso y aun menos en situación de crisis, porque
dependemos de ellas aún más que en situaciones no críticas.
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