jueves, 24 de noviembre de 2016

PREMIO INTERNACIONAL PARA PROYECTO OTAVALEÑO DISEÑADO EN TOTORA


 
·         El trabajo “El Cubo de Totora” desarrollado en la parroquia San Rafael de la Laguna obtuvo el premio en la categoría: Hábitat Social y Desarrollo en el evento desarrollado en la Casa de la Cultura en Quito, del 14 al 18 de noviembre.
 
IBARRA.- Con gran orgullo y satisfacción, el colectivo de arquitectos ARCHQUID, presentaron su premio al ser elegidos como uno de los mejores proyectos presentados en la XX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito.
 
La iniciativa fue desarrollada en vinculación con la comunidad de San Rafael de la Laguna y el apoyo de la Prefectura de Imbabura. Una parte fundamental de este proyecto gira en torno a la investigación material de la fibra vegetal conocida como totora, a partir del diseño y construcción de una estructura.
 
En la XX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito se presentaron 600 proyectos de todo el mundo. El objetivo del encuentro fue generar un acercamiento vivo entre profesionales y estudiantes relacionados con la arquitectura, el urbanismo y otras disciplinas que tienen un vínculo directo con el desarrollo de la ciudad.
 
El concurso eligió a 44 ganadores a nivel mundial en seis categorías: Diseño Arquitectónico; Diseño Urbano y Arquitectura del Paisaje; Hábitat Social y Desarrollo (categoría mundial); Rehabilitación y Reciclaje; Teoría, Historia y Crítica de la Arquitectura, el Urbanismo y el Paisaje; y, Publicaciones Periódicas Especializadas.
 
Durante la semana se efectuaron actividades culturales, como exposiciones y eventos de inauguración, premiación y recorridos, en los que participaron invitados, asistentes y ciudadanía en general, logrando una convivencia entre el evento y la ciudad que lo alberga.
 
DETALLES DEL PROYECTO
Andrés Fuentes, coordinador, promotor y gestor de El Cubo de Totora, señaló que este es un premio internacional que les llena de optimismo, ya que todas las actividades fueron realizadas con el apoyo de la comunidad. “En la jornada participaron todos los países de Latinoamérica, dos de Europa y uno de África y estamos muy contentos de que Otavalo sea un cantón en donde se quedó uno de los premios”, dijo.
 
“Dentro de las múltiples implicancias para concretar el proyecto fue esencial el entendimiento del arte y el oficio con el que han sido trabajadas estas fibras desde tiempos preincaicos. Se creó un módulo experimental cúbico de 3 metros de lado, con un desarrollo de 9 paneles en cada una de sus caras, conformando lo que puede verse como un catálogo vivencial de los diferentes tejidos trabajados por los artesanos”, manifestó el arquitecto otavaleño.
 
La vinculación entre artesanos locales como la asociación de totoreros Makipurashum y la empresa comunitaria Totora Sisa, arquitectos , academia representada por los estudiantes de las universidades Central del Ecuador y Técnica del Norte y estudiantes de vinculación con la comunidad, Colectivo Minga Social Comunicación, GAD Parroquial de San Rafael de la Laguna, Municipio de Otavalo y Prefectura de Imbabura, lograron un refuerzo de identidad, el rescate de un carácter vernáculo que representó una oportunidad para dejar un aporte a la comunidad.
 
Por su parte, María Gabriela Jaramillo, viceprefecta de Imbabura, señaló que este diseño refleja las múltiples maneras y formas de utilizar un recurso tan importante como es la torora. “Esta fibra es el mayor sustento de las familias de San Rafael de la Laguna y estamos orgullosos al ver que un trabajo en donde intervienen las manos trabajadoras de nuestra gente, gane un premio mundial”, dijo la autoridad.
 
METODOLOGÍA DE TRABAJO
Según los coordinadores del proyecto, en la construcción de la estructura se usó una morfología simple y pura, resignificada desde lo material, donde se exploraron ciertas cualidades técnicas, estructurales y expresivas. Una utilización inédita de la totora permitió alcanzar una interioridad específica y significativa que tamiza la luz y cambia su carácter de un modo constante.
 
La producción de la obra, fruto del trabajo comunitario, logró impregnar de un modo notorio la identidad de los habitantes, lo que reconoció y estimuló las prácticas autóctonas. La estructura es de madera, conformada por dos vigas con una platina de sujeción y con encastres diseñados para vincular los elementos.  El plano inferior simplemente se apoya sobre una platea de hormigón donde el cubo queda anclado por su propio peso. Otro cuerpo secundario permite la colocación de los paneles de totora.
 
El cubo finalmente se manifiesta como un hito altamente visible desde una vía muy transitada, en un contexto geográfico particular (laguna y volcán) y un ámbito sociocultural específico, lo que produce un foco de identidad, reunión y participación.
 
 

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