· El
trabajo “El Cubo de Totora” desarrollado en la parroquia San Rafael de
la Laguna obtuvo el premio en la categoría: Hábitat Social y Desarrollo
en el evento desarrollado en la Casa de la Cultura en Quito, del 14 al
18 de noviembre.
IBARRA.-
Con gran orgullo y satisfacción, el colectivo de arquitectos ARCHQUID,
presentaron su premio al ser elegidos como uno de los mejores proyectos
presentados en la XX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito.
La
iniciativa fue desarrollada en vinculación con la comunidad de San
Rafael de la Laguna y el apoyo de la Prefectura de Imbabura. Una parte
fundamental de este proyecto gira en torno a la investigación material
de la fibra vegetal conocida como totora, a partir del diseño y
construcción de una estructura.
En
la XX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito se presentaron 600
proyectos de todo el mundo. El objetivo del encuentro fue generar un
acercamiento vivo entre profesionales y estudiantes relacionados con la
arquitectura, el urbanismo y otras disciplinas que tienen un vínculo
directo con el desarrollo de la ciudad.
El
concurso eligió a 44 ganadores a nivel mundial en seis categorías:
Diseño Arquitectónico; Diseño Urbano y Arquitectura del Paisaje; Hábitat
Social y Desarrollo (categoría mundial); Rehabilitación y Reciclaje;
Teoría, Historia y Crítica de la Arquitectura, el Urbanismo y el
Paisaje; y, Publicaciones Periódicas Especializadas.
Durante
la semana se efectuaron actividades culturales, como exposiciones y
eventos de inauguración, premiación y recorridos, en los que
participaron invitados, asistentes y ciudadanía en general, logrando una
convivencia entre el evento y la ciudad que lo alberga.
DETALLES DEL PROYECTO
Andrés
Fuentes, coordinador, promotor y gestor de El Cubo de Totora, señaló
que este es un premio internacional que les llena de optimismo, ya que
todas las actividades fueron realizadas con el apoyo de la comunidad.
“En la jornada participaron todos los países de Latinoamérica, dos de
Europa y uno de África y estamos muy contentos de que Otavalo sea un
cantón en donde se quedó uno de los premios”, dijo.
“Dentro
de las múltiples implicancias para concretar el proyecto fue esencial
el entendimiento del arte y el oficio con el que han sido trabajadas
estas fibras desde tiempos preincaicos. Se creó un módulo experimental
cúbico de 3 metros de lado, con un desarrollo de 9 paneles en cada una
de sus caras, conformando lo que puede verse como un catálogo vivencial
de los diferentes tejidos trabajados por los artesanos”, manifestó el
arquitecto otavaleño.
La
vinculación entre artesanos locales como la asociación de totoreros
Makipurashum y la empresa comunitaria Totora Sisa, arquitectos ,
academia representada por los estudiantes de las universidades Central
del Ecuador y Técnica del Norte y estudiantes de vinculación con la
comunidad, Colectivo Minga Social Comunicación, GAD Parroquial de San
Rafael de la Laguna, Municipio de Otavalo y Prefectura de Imbabura,
lograron un refuerzo de identidad, el rescate de un carácter vernáculo
que representó una oportunidad para dejar un aporte a la comunidad.
Por
su parte, María Gabriela Jaramillo, viceprefecta de Imbabura, señaló
que este diseño refleja las múltiples maneras y formas de utilizar un
recurso tan importante como es la torora. “Esta fibra es el mayor
sustento de las familias de San Rafael de la Laguna y estamos orgullosos
al ver que un trabajo en donde intervienen las manos trabajadoras de
nuestra gente, gane un premio mundial”, dijo la autoridad.
METODOLOGÍA DE TRABAJO
Según
los coordinadores del proyecto, en la construcción de la estructura se
usó una morfología simple y pura, resignificada desde lo material, donde
se exploraron ciertas cualidades técnicas, estructurales y expresivas.
Una utilización inédita de la totora permitió alcanzar una interioridad
específica y significativa que tamiza la luz y cambia su carácter de un
modo constante.
La
producción de la obra, fruto del trabajo comunitario, logró impregnar
de un modo notorio la identidad de los habitantes, lo que reconoció y
estimuló las prácticas autóctonas. La estructura es de madera,
conformada por dos vigas con una platina de sujeción y con encastres
diseñados para vincular los elementos. El plano inferior simplemente se
apoya sobre una platea de hormigón donde el cubo queda anclado por su
propio peso. Otro cuerpo secundario permite la colocación de los paneles
de totora.
El
cubo finalmente se manifiesta como un hito altamente visible desde una
vía muy transitada, en un contexto geográfico particular (laguna y
volcán) y un ámbito sociocultural específico, lo que produce un foco de
identidad, reunión y participación.
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